Los congresos y las ferias se han mudado a la red, pero hacer contactos en ese escenario está lejos de ser fácil

Hace unos cuantos años, estaba en una feria de emprendedores y relaciones transfronterizas. Uno de los elementos estrella de la agenda era una acción de speed dating: los asistentes no buscaban pareja amorosa, sino una de negocios. El maestro de ceremonias presentaba primero y de forma previa a los interlocutores y luego todos ellos iban rotando por las mesas. Tenían 30 minutos para contar sus historias y las presentaciones de PowerPoint estaban prohibidas.

Por supuesto, aquello era solo un ejemplo, que cuajó en mi memoria porque en ese momento resultaba sorprendente y llamativo. En realidad, unos años después era de lo más habitual y casi se podría decir que toda feria que se preciase, especialmente si estaba destinada a los emprendedores, contaba con algún tipo de acto de ese tipo. Lo importante era que tuviese un nombre más o menos cool y, sobre todo, que permitiese a los participantes sentarse cara a cara en medio del ruido.

Una de las piezas clave de los congresos, las conferencias y los eventos era, en esencia, la oportunidad que brindaba para hacer contactos y para conocer a gente. Todo congreso que se preciase y toda feria más o menos digna incorporaban en sus agendas actividades pensadas únicamente para que la gente hablase. Para quienes pensaban que ponerse a hablar con gente nueva simplemente era un agobio existían múltiples artículos y manuales explicando por qué era importante y cómo hacer para salir de esa zona de confort.

Pero ¿qué ocurre cuando todo el mundo está en su casa, medio en pijama, y todos los eventos se han mudado a la red? Las primeras víctimas de la crisis del coronavirus fueron los eventos corporativos. El Mobile World Congress fue el primero en caer, pero no fue ni el único ni el último.

A un año vista, parece cada vez menos probable que los eventos de siempre vayan a volver de forma inminente. A medida que el virus protagoniza nuevas oleadas y los contagios siguen en una suerte de montaña rusa de subidas y bajadas (pero con la protección general todavía muy lejana), la vuelta a la normalidad parece muy lejana.

La suspensión de los eventos y congresos físicos a principios de 2020 movió la actividad a la red. El año supuso la inesperada edad de oro de los eventos digitales. Actos en streaming, acciones con asistentes limitados en entornos controlados y otras acciones en la red se convirtieron en la alternativa a los eventos previstos para aquellos meses. Los asistentes podían seguir escuchando a voces expertas y accediendo a nuevos conocimientos, descubriendo nuevos productos o nuevas tendencias de mercado.

La parte informativa y formativa de los eventos se mantuvo, incluso ganó para muchas personas que no podían en el pasado ir a todos esos congresos y ferias o que de este modo lograron integrarlos mucho mejor en su horario laboral. Pero, a pesar de ello, no todo fue exactamente perfecto: el salto a lo digital de los eventos no permitió conservar todas sus funcionalidades y características.

Las acciones de networking desaparecieron. Por muchos chats disponibles y por muchos encuentros en salas virtuales que se hiciesen, la experiencia no es exactamente la misma. Para muchos eventos, congresos y ferias este es un problema complejo. Su propia esencia está muy ligada a las posibilidades de networking que ofrecen y, si se elimina eso, se pierde su valor.

Hacer contactos y, sobre todo, lograr establecer contactos de valor en ese nuevo escenario resulta muy complicado. Pero eso es algo que se podría decir que ya se sabía.

La parte física y presencial del networking

Al fin y al cabo, incluso con la irrupción de las redes sociales y su popularización, cuando todo el mundo parecía estar migrando a los entornos online, el contacto cara a cara nunca dejó de ser crucial.

Un estudio de KPGM ya apuntaba por aquellas fechas que los trabajadores seguían considerando que el contacto directo era el más importante cuando se estaban buscando oportunidades laborales (por ejemplo, cuando quieres ser fichado y descubierto como talento por otras compañías).

Contar con una buena red seguía resultando clave, por mucho que la presencia en redes sociales reforzase la imagen de marca personal o los vínculos con otras personas. La gente seguía acudiendo a eventos, por mucho perfil en Twitter o en LinkedIn que tuviese, para cultivar su red y para dotar a esas relaciones de una cercanía que internet no generaba. Mantener un contacto cara a cara acercaba a las dos partes y hacía que la relación se convirtiese en mucho más estrecha.

Fuente: www.puromarketing.com