Las normas – y la ética – limitan el uso que se puede hacer de los datos generados por los niños, pero las apps siguen recabando información.

Solo hace falta observar lo que ocurre en un lugar en el que haya bastante gente – algo más complicado ahora, cierto – para comprender cómo los niños se han convertido en usuarios activos de la red. No es raro verlos con un smartphone, consumiendo vídeos de YouTube y usando aplicaciones específicas para los más pequeños. Las apps infantiles cubren áreas de educación y entretenimiento y son muy populares, pero ¿qué ocurre con ellas en términos de publicidad y recogida de datos?

La cuestión es una que preocupa a padres, educadores, autoridades y voces de la industria del marketing y la publicidad desde hace ya bastante tiempo. Los datos de los niños deben ser protegidos en términos de privacidad de un modo mucho más exigente que los de los adultos, aunque la infraestructura de la red y el modo en el que se recopila información hace que no siempre sea posible.

Al fin y al cabo, muchas de esas aplicaciones se usan en los teléfonos de sus padres y los datos fluyen en ese entorno. Además, en ocasiones, son las propias apps las que recaban información de un modo directo.

Lo que enseñó el caso YouTube

De hecho, este fue uno de los grandes puntos de escándalo a los que se enfrentó YouTube cuando lanzó su servicio para niños. YouTube Kids se presentó como una app específica, perfilada para llegar a los niños con contenidos pensados para ellos. Así, se limitaba el que los más pequeños pudiesen, por error, ver contenidos pensados para el público adulto.

Las buenas intenciones no fueron suficientes. Pronto empezaron las críticas por la presencia de las marcas en ese entorno, sirviendo marketing de contenidos a los más pequeños con contenidos que no pasarían el filtro legal de la televisión.

Además, la existencia de la app no acabó con el problema de los datos y la publicidad, porque los niños seguían usando la versión ‘normal’ del servicio y YouTube estaba recopilando datos de ese uso, como acusaban hace unos años diversas asociaciones. Todo culminó con una multa millonaria en Estados Unidos y con la promesa del servicio de dejar de servir publicidad personalizada en los vídeos para niños.

Pero aunque YouTube es el servicio más visible y más popular, lo cierto es que no es el único que usan los niños. Las apps destinadas a los más pequeños son múltiples y, como acaba de demostrar un estudio, están recopilando información de forma generalizada sobre sus usuarios.

El coladero de datos de las apps para niños

Como acaba de demostrar un estudio publicado en la revista Jama Pediatrics, el 67% de las apps que emplean las familias con niños de entre 3 y 5 años recopila información de sus usuarios. No solo eso: esa información se emplea como base publicitaria. Las apps analizadas venden sus datos a terceros.

Para los niños de más edad y con sus propios dispositivos, los datos son incluso peores y la transmisión de datos es más elevada. Según las conclusiones del estudio, únicamente el 8% de los niños usa apps que muestran una transmisión cero de información.

Los datos que habitualmente más transmiten las apps a terceros son IDs de anunciantes, IDs de Android o de hardware y geolocalización. Son el tipo de datos que se emplean de forma recurrente como base para la publicidad programática. Las apps son por tanto un coladero de datos, pero uno que presenta dudas legales (la ley europea de protección de datos es muy dura con cómo y de qué modo se debe gestionar la información de los niños) y éticas.

“Lo que más me preocupa es que los niños sean manipulados a través de publicidad basada en su comportamiento que los empuje a instalar o hacer clic en contenido que no es apropiado para ellos”, explica a El País Jenny Radesky, pediatra en el Hospital Mott Children de Michigan y la responsable del estudio.

Todos esos datos se pueden, al fin y al cabo, para impulsar desinformación o fake news, pero también para vender cualquier clase de productos.